La escuela nos pedía que lo atendiéramos de cierta forma, pero aún así yo no estaba convencida. Durante esos años como mamá la pasé muy mal. Lloraba constantemente porque no sabía que hacer, entre el no saber y el temor de encontrar algo más. Lloraba porque comparaba el desarrollo de Santiago con el de su hermana y no aceptaba las diferencias. Lloraba porque Santiago a pesar de ser un niño muy bonito, no correspondía con la idea del hijo que yo esperaba tener. 

Entre confusión y tristeza, empezamos a atender a Santiago, sin embargo, pareciera que lo que hiciéramos no fuera suficiente, era como avanzar, pero sin avanzar y aunque con apoyo sí logró hablar, había aún muchas habilidades más que desarrollar.

Hoy les platico que Santiago ya es un niño grande, cursa la primaria de forma regular, sabe hablar, leer, escribir y lo mejor de todo tiene amigos y puede socializar. No puedo decir que los cambios de Santiago se dieron mágicamente, atrás de Santiago hay una serie de especialistas que siguen trabajando con él, y un papá que, a diferencia de mamá, lo veía con potencial. También hoy en día, Santiago tiene una mamá más tranquila, más preparada, capacitada para apoyarlo, una mamá que acepta la condición de su hijo y lo disfruta ver crecer. 

Gracias al trabajo interno que como mamá hice, en la aceptación de la condición de mi hijo, puedo ver avances en Santiago y desde luego disfrutar todo lo que hace. 

Soy esposa y mamá de Gabriela y Santiago

Desde que Santiago tenía 2 años, observaba que su desarrollo no correspondía al esperado de acuerdo a su edad. Aún siendo psicóloga, sabía que debía de atenderlo, pero no sabía por dónde empezar. 

Santiago no podía comunicarse con nosotros y eso le frustraba mucho, estaba constantemente de mal humor, hacía muchos berrinches y parecía no cansarse. Al ingresar al maternal, tanto en casa como en la escuela, nos percatamos que padecía ausencias y por lo mismo, no llegaba a entender o realizar la actividad que se le pedía.

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